La clave, según Renkine, está en construir marca personal. “La gente hoy consume personas, no productos. Te compran primero a vos y después preguntan qué estás vendiendo”, explica.
Por eso, recomienda mostrarse auténtico, sin maquillar la realidad: “Si sos tartamudo, tartamudeá. Si sos papá separado y vivís en Pinamar, contalo. Las redes son para mostrarte, no para impostarte”. Y agrega: “El error más común es creerse influencer inmobiliario, cuando lo que hay que ser es confiable y humano”.
Ahora bien, ¿se terminó el vendedor cara a cara? Para nada. Renkine sostiene que “redes sociales te dan visibilidad, pero las relaciones son las que te dan los resultados”. Las plataformas son el gancho para generar reuniones, pero el cierre llega con café de por medio. “No alcanza con un reel. A la larga, alguien quiere reunirse, tocar ladrillos, ver que tenés una oficina. Aunque sea con un solo escritorio, hay que tenerla. Si no, generás desconfianza”.
Y si de vender se trata, los portales clásicos como Zonaprop o Argenprop todavía juegan un rol fundamental. “Sí, hay que seguir invirtiendo en esos espacios, aunque duela”, admite Renkine. “Si no estás, el propietario lo nota y lo puede usar en tu contra. Y tu propio equipo de ventas se puede sentir desarmado. Te dicen ‘no vendo porque no me publicás’, y se te van”.
Aunque muchos quieran evitar ese gasto fijo mes a mes, Renkine es claro: “No estar en los portales es abrirle la puerta a la competencia”. Por eso, aunque redes y oficinas tengan peso propio, los portales siguen siendo una pata necesaria del negocio inmobiliario. No por moda, sino por estrategia.
La fórmula, en resumen, es combinar: marca personal en redes + contacto humano + presencia en portales. Las redes no reemplazan a la oficina ni a la charla de pasillo. Pero bien usadas, son el trampolín que dispara reuniones, visitas y ventas. El secreto, como siempre, es no poner todos los ladrillos en la misma canasta.