Con más de 25 años en la industria y el 25% del mercado local de snacks, Croppers sabe que el valor no está solo bajo tierra. La clave está en cómo transformarlo: procesos industriales de calidad, innovación tecnológica y un enfoque creativo que reinventa al maní en cada paquete.
Cada cosecha comienza en octubre, cuando la semilla se entierra en suelos drenados. Entre abril y mayo, la tierra devuelve su fruto, y Croppers hace el resto: selección, secado, tostado y envasado bajo estándares estrictos que aseguran frescura y seguridad alimentaria.
“Cada paquete es el resultado de trabajo genuino en el campo, precisión industrial y una idea clara: hacer del maní algo distinto, algo propio”, resume Gastón Cavigliasso, coordinador de Marketing y Desarrollo de Marcas.
La línea supera los 30 productos —desde el clásico maní salado hasta la pasta de maní— todos elaborados sin aditivos artificiales y con materias primas seleccionadas. Además, cuentan con certificaciones de calidad, trazabilidad y producción sustentable, un sello cada vez más valorado.