En un país donde nueve de cada diez organizaciones tienen ADN familiar, 2026 no será un año más. Según Zendera, la firma con más de 40 años de trabajo con pymes familiares en Argentina y la región, el próximo año llega con un cambio silencioso, pero profundo: las empresas familiares ya no podrán operar como lo hicieron en las últimas décadas. Y el punto de partida es contundente: el fundador está cansado.
1) El agotamiento del fundador y la necesidad (urgente) de soltar el control
No se trata de falta de talento ni de pérdida de visión: se trata de energía. La consultora detectó que muchos fundadores llegan a 2026 con un desgaste emocional y cognitivo acumulado después de años de sobrecarga, crisis, reorganizaciones y toma de decisiones casi en soledad.
Ese cansancio, que hasta ahora se escondía detrás de la épica emprendedora, empieza a condicionar la velocidad del negocio.
“Por primera vez vemos líderes que desean continuar, pero no desde el esquema tradicional de control que mantuvieron durante décadas”, explica Martín Quirós, socio de Zendera. “La energía del fundador se convierte en un recurso que debe ser cuidado estratégicamente”.
Traducido al idioma pyme: si no hay descentralización real, el 2026 puede encontrar a muchas empresas frenadas por un cuello de botella, el propio fundador. El próximo año obligará a distribuir decisiones, formar equipos confiables y aceptar que el comando unipersonal tiene fecha de vencimiento.
2) Una nueva generación que quiere participar… pero no “a la vieja usanza”
La segunda gran tendencia viene del lado de los herederos. A diferencia de sus padres, la nueva generación no quiere cargar con jornadas interminables, estilos de control rígidos o responsabilidades difusas.
Sí quieren involucrarse, pero desde un rol profesional, con espacios definidos y autonomía. Y no necesariamente están pensando en “el sucesor único” o “el heredero natural”.
“Las herencias automáticas ya no alcanzan. La nueva generación quiere formar parte desde su identidad y su propio estilo de liderazgo”, remarcan desde Zendera.
Esto obligará a rediseñar los caminos de participación, revisar expectativas familiares y dejar atrás el modelo de “copiar el rol del fundador”. La continuidad no será un nombre grabado en una chapa: será un esquema de liderazgos distribuidos.
3) Conversaciones difíciles que ya no se pueden seguir pateando
En la tercera tendencia aparece un tema que todas las familias conocen, pero pocas abordan: las conversaciones que se evitan.
Roles sin definir, hijos que quieren entrar (o salir), retiros parciales que se posponen, tensiones entre hermanos, reglas que nunca se escribieron. Zendera detecta un aumento fuerte en la demanda de mediación profesional para ordenar estas discusiones.
“La continuidad no se define en los números. Se define en la calidad de las conversaciones que la familia puede sostener”, advierte la consultora. En 2026, la figura del consultor, mediador o facilitador pasa de ser un lujo a ser una necesidad básica para evitar que los conflictos familiares se conviertan en riesgos empresariales.
4) Profesionalización obligada (y un uso de la IA que deje de ser moda)
Cuarta y última tendencia: profesionalizar o perder competitividad. La velocidad del mercado, la demanda de precisión y la presión del cliente ya no permiten improvisación.
Pero el punto clave está en la inteligencia artificial: no alcanza con “hablar de IA”, ni con usar herramientas aisladas. Para el año que viene, la pregunta será: ¿En qué proceso concreto mejora la empresa? ¿Qué error reduce? ¿Qué decisión acelera?
“El foco ya no está en incorporar tecnología porque otros lo hacen, sino en decidir dónde aporta valor”, subraya Hernán de la Riva, socio de Zendera. La profesionalización y la IA dejan de ser “proyectos a futuro”: se vuelven un termómetro del grado de madurez de la empresa familiar.
2026: el año en que la empresa familiar deberá cambiar… para seguir siendo familiar
Los datos que presenta Zendera, basados en trabajo con compañías de distintos sectores y miles de horas de acompañamiento, muestran un escenario claro: el modelo tradicional de empresa familiar ya no alcanza para sostener la continuidad.
El agotamiento del fundador, la nueva mirada de los hijos, la necesidad de conversar lo que nunca se conversó y la presión por profesionalizar procesos y tecnología marcarán la agenda.
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