El trabajo artesanal del cultivo de hongos consiste en un proceso dinámico de siembra e incubación en repetidas oportunidades, hasta que la siembra fructifique en fluoración. Hay un momento en todo este proceso donde el hongo fructifica con determinadas condiciones climáticas que implican cierto nivel de humedad, y cierta cantidad de oxígeno entre otros factores.
En el proceso se introducen algunos nutrientes con instrumental de laboratorio para que el hongo crezca en forma correcta. Luego se vuelve a sembrar y después en un momento ya está listo el sustrato fructificado.
“Empecé en este negocio como aficionado y después me hice un apasionado de este mundo de los hongos. Hoy me sigue emocionando sacarle una foto a un hongo cuando fructifica”, reconoce Lucas Gighi, emprendedor especializado en hongos y dueño de Galpón Sustentable.
Al inicio, la fábrica comenzó con la producción de gírgolas con técnicas de esterilizado y con el tiempo se fueron incorporando técnicas de laboratorio utilizando la genética. Empezaron a producir melena de león, Reishi, Cordiceps, Psilocybe cubensis, entre otros. Primero fueron fabricantes de semillas y después se convirtieron en un laboratorio de blanco como dicen en la jerga del mundo de los hongos.
Galpón Sustentable comenzó produciendo y distribuyendo hongos a nivel regional, en verdulerías, dietéticas y tiendas naturales como propuesta de alimentación saludable. Luego se fue abriendo el mercado de la producción de hongos para uso medicinal recomendado por médicos homeópatas para aliviar los efectos de ciertas enfermedades.
Ahora, el mundo de los hongos llegó a farmacias, centros de salud holística, profesionales de la salud, feriantes de diversas ferias, agroecológicas y orgánicas de Buenos Aires y otros lugares del país.
Entre los hongos más populares que pide el mercado actualmente son las girgolas, Reishi y Cordiceps. Su principal canal de comercialización antes era por Whatsapp pero actualmente es la red social Instagram y por la página web de Galpón Sustentable.
Según datos del CONICET, los argentinos consumían anualmente unos 50g. de hongos comestibles per cápita en 2020. “No somos un país micofóbico como Inglaterra, que directamente no comen hongos. Acá comemos poco, pero venimos en ascenso”, agrega Lucas. “Actualmente pasamos a comer unos 80 gramos anuales, aunque todavía sigue siendo muy poco. Ese crecimiento es muy alentador”, reconoce Lucas.
En los últimos años, el mundo fungi se expandió muchísimo en Argentina. Asimismo, cultivar hongos comestibles se convirtió en una salida exitosa para los productores.
Los champiñones y portobellos son los hongos que, de alguna manera, se metieron en las propuestas gastronómicas, adosados a platos con arroz, verduras o carnes como ornamento chic. “Gracias a esos hongos se abrieron las puertas a los otros”, suma Ghini.
A diferencia de otros emprendedores que buscan expandirse a nivel regional e internacional el objetivo del creador de Galpón Sustentable radica en encontrar un equilibrio entre la vida profesional y la vida personal. “Mi desafío es tener más tiempo libre en la vida, continuando con este modelo de negocios que me apasiona. La buena noticia es que mi hijo se sumó al negocio y mantener el nivel de crecimiento que tengo es suficiente para mí”, reconoce orgulloso Luis.
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