Desde Córdoba, su “patria lontana”, Bárbara Anderson subió al escenario del Emprende Day y lo llenó de propósito: contó cómo el diagnóstico de parálisis cerebral de su hijo Lucca la llevó hasta Bangalore, India, en busca de tratamientos innovadores. Viajó 36.000 kilómetros con dos hijos pequeños, sorteó barreras culturales y médicas, y volvió con avances impensados: su hijo dejó de tener epilepsia y mejoró su motricidad y comunicación.
“El emprendedurismo es no rendirse nunca. No es tener una gran meta, son las metas diarias, los viajes a la India de cada día, lo que ustedes hacen todos los días y se felicitan al final”, dijo ante una sala repleta que no perdió ni un segundo de atención.
Pero la historia no quedó en lo personal: en México logró que se reforme la Constitución para garantizar educación inclusiva, impulsó el subtitulado automático en medios, lengua de señas en discursos políticos y cambió leyes para que niños con discapacidad también estén protegidos.
Cansada de los vacíos informativos, fundó Yo También, el primer medio latinoamericano especializado en discapacidad. Armó un diccionario para periodistas, y un antidiccionario también, con términos a usar (y a erradicar).
“De lo personal a lo global, el storytelling importa. La manera en que cada uno cuenta su historia, de ese tamaño será su repercusión. No sabía que 90 millones verían mi historia, pero empecé escribiendo desde lo que vivía con Lucca”, recordó sobre el origen del libro Los dos hemisferios de Lucca, que fue un boom editorial y llegó a Netflix casi de casualidad: una ejecutiva lo regaló y todo se disparó. Hoy la peli está en 195 países y suma más de 90 millones de vistas.
Anderson también emprendió con el Kumar Center en México, importando tecnología médica de India y enfrentando trabas regulatorias. Además, logró que Ticketmaster cambie su política global para que personas con discapacidad puedan comprar entradas online, un cambio que incluso benefició a una joven en Japón.
“Anoten todo, registren sus locuras. Uno se olvida de lo que hace en el día a día, pero al releer mis cuadernos me di cuenta de la energía brutal y creativa que tenía. Eso te da una palmadita para seguir”, cerró Anderson, dejando una invitación abierta a transformar lo cotidiano en motor de cambio.
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