La escuela no es una propuesta más para aprender a remar: es un verdadero ecosistema de desarrollo físico, psíquico y social. A través del canotaje, se trabaja no solo la destreza deportiva, sino también la recuperación post cáncer de mama (mediante técnicas de autodrenaje linfático), la inclusión de personas con discapacidad motriz y visual, y el acompañamiento de niños con Asperger y otras condiciones del espectro autista.
El agua como terapia (más allá del deporte)
Uno de los programas destacados es el trabajo con mujeres que han superado el cáncer de mama. “Aplicamos movimientos técnicos de autodrenaje que ayudan a reducir la retención de líquidos en las extremidades, tras las cirugías ganglionares”, explica Oscar Quiroga, el director de la Escuela de Canotaje. El objetivo es doble: facilitar la reestructuración muscular y promover la oxigenación celular de manera natural, disminuyendo el uso de fármacos y fortaleciendo la autoestima.
La escuela también lidera la rehabilitación acuática de personas amputadas, trabajando la postura y el fortalecimiento del tren superior, especialmente para facilitar luego el uso de prótesis electrónicas. “Buscamos que el cuerpo se mantenga en buena postura para evitar inclinaciones compensatorias que después afectan la marcha”, detalla.
En el caso de niños y jóvenes con síndrome de Asperger, el canotaje actúa como “cable a tierra”: les permite canalizar su energía y ansiedad, fortalecer su sociabilidad y mejorar sus habilidades de atención en el aula. “Les damos un formato de equilibrio consciente e inconsciente, que amplía su capacidad de concentración y mejora su desempeño escolar”, agrega.
Una escuela abierta para todos (y todos juntos)
La Escuela de Canotaje funciona desde 2014 bajo el formato de asociación civil, con una cuota mensual de $ 20.000 (valor actualizado a abril 2025), y está abierta a partir de los 8 años, sin límite superior de edad. El único requisito es saber nadar o flotar.
La actividad principal se concentra los sábados, con todos los grupos (niños, adultos, deportistas de alto rendimiento y personas con discapacidad) compartiendo espacio y experiencias. “Nuestro lema es claro: en el agua, somos todos iguales”, resume Quiroga.
Este enfoque fomenta no solo el aprendizaje deportivo, sino también la convivencia y el respeto mutuo. “Es habitual ver a un palista de la Selección Argentina entrenando al lado de alguien que se está recuperando de una lesión neurológica”, comenta. “Se genera un espíritu de familia que nos distingue”.
Canotaje recreativo, olímpico y adaptado
La escuela ofrece diferentes líneas de formación:
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Canotaje recreativo y de travesía: para quienes buscan una actividad física integral y conexión con la naturaleza.
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Canotaje olímpico y de velocidad: formación técnica avanzada para palistas que compiten a nivel nacional e internacional.
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Deporte adaptado: programas específicos para personas con amputaciones, lesiones cerebrales, lesiones medulares y otras condiciones.
Desde sus inicios, la escuela ha formado y contenido a más 500 palistas, algunos de los cuales representan a Córdoba y al país en competencias internacionales. Un ejemplo reciente es el de Facundo Garro, quien forma parte de la Selección Argentina de Kayak Polo y viajará próximamente al Mundial en Canadá. Actualmente la escuela cuenta con 60 personas activas.
Además, gracias a los vínculos internacionales de Oscar, especialmente en España, Córdoba se convirtió en un polo de formación y de intercambio académico-deportivo en canotaje adaptado y convencional.
Un poco de historia (y de pasión)
La trayectoria de Oscar en el mundo náutico empezó en 1974, en el seno de una familia ligada al Club Náutico Córdoba, al ACR y al Club Regatas Carlos Paz. Desde entonces, no solo remó, literalmente, en distintas aguas, sino que también tejió redes y conocimientos que hoy confluyen en esta propuesta educativa y terapéutica.
El desarrollo de la escuela se acompaña con una enseñanza rigurosa: además de la práctica, se instruye a los alumnos en la historia del canotaje en Córdoba, la evolución de los botes, principios de cinemática e hidrodinámica, y nociones básicas de anatomía y ergonomía.
“Buscamos formar personas que comprendan el deporte desde la base, para que puedan aprovecharlo plenamente y, por qué no, llevarlo a un nivel competitivo”, explica Oscar.
“Actualmente funcionamos en un espacio cedido dentro del vivero municipal gracias a la Secretaría de Ambiente, y estamos trabajando para construir nuestro propio galpón, que nos permitirá resguardar los botes y contar con un lugar adecuado para las prácticas bajo techo”, afirma el director de la escuela, y remarca que buscan el apoyo de empresas para completar la obra.
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