Los factores que harán que el campo esta vez no sea el salvador (se terminó el “vientazo” de cola)

Osvaldo Barsky es uno de los académicos que más conoce la idiosincrasia del productor rural argentino y un especialista económico que maneja al dedillo las variables económicas del sector. Disertó ayer en Córdoba y explicó por qué el agro vive una situación compleja. Qué debería hacer el próximo gobierno y quiénes fueron los ganadores de las políticas que Cristina y Moreno aplicaron al sector, en nota completa.

 

Invitado por el Banco Supervielle para disertar sobre las perspectivas del sector agropecuario argentino, Barsky –investigador del Conicet, escritor y profesor de historia agraria argentina de varias universidades, entre otras cosas– habló con InfoNegocios sobre lo que viene desde la “ruralidad”.

- La agricultura no está en la misma situación que hace unos años, ¿verdad?
- Para nada. Luego de venir de ciclos en ascenso, hoy la situación internacional y nacional es compleja. Hay que entender que el mercado agrícola tiene dos características: rigidez de oferta y de demanda y que la oferta está constreñida, porque la frontera no se puede expandir, y la demanda crece pero siempre al mismo ritmo, y en ese mercado cualquier elemento, como la superproducción  de Estados Unidos, tira los precios a la baja; a los que se suman los fondos de inversión que acentúan los movimientos del mercado.

- ¿Y en el ámbito local?
- Hay varias cuestiones. El Gobierno mantiene una política dura contra el sector. Primero, las retenciones se mantienen al 35% pero ese porcentaje está congelado, no tiene explicación que sea ese el monto. Segundo, el creciente peso impositivo, que no es una crítica porque los países serios cobran impuestos, pero si se apilan van en desmedro del productor. El más regresivo son las tasas municipales que se cobran pero no se usan ni siquiera para arreglar los caminos de los campos de donde sale la producción. En tercer lugar, un sistema de financiamiento que se reduce.
En síntesis, todos estos factores estructurales, exógenos y endógenos, más un sector que no se siente respaldado por el Gobierno sino todo lo contrario, van configurando un escenario complejo que ya es evidente en la caída en la compra de insumos y el desmalezamiento al que empujan las políticas gubernamentales del monocultivo de soja, entre otras cuestiones.

- Se habla de que en el campo, sobre todo en algunas economías regionales, en los últimos años hubo muchos que perdieron. Pero hubo ganadores con las políticas de Cristina ¿no?
- El pacto que tenía Moreno con sectores agroindustriales fue explícito y claro: con la industria avícola, frigoríficos, supermercados y los molinos, esa era la base económica de la alianza política con el gobierno. Yo participé de un estudio sobre la industria harinera, donde las empresas más importantes son apenas seis, que muestra que sus tasas de rentabilidad fueron extraordinarias porque con el sistema de retenciones y la prohibición a exportar trigo sólo hizo que se transfirieran rentabilidades.

- ¿Hay posibilidades de que cambie alguna de estas políticas?
- No. Los hechos de los últimos días han sido casi grotescos: en momentos en que estaban ministros nacionales promocionando la venta de carne y leche en Rusia acá se anunciaba la prohibición para exportar estos productos. Esos vaivenes en el borde de la esquizofrenia nunca vistos.

- ¿Qué debería hacer el próximo gobierno?
- Discutir un cambio fuerte en la institucionalidad agraria, que incluya a todos los sectores. El máximo ejemplo es la institucionalidad agraria en EE.UU. que incluye a todos los sectores, desde grandes productores hasta los pobres urbanos. Una institucionalidad donde se defina sobre retenciones, precios de productores, política de exportaciones, etc. Eso es lo que deben plantear los partidos políticos, no sólo decir que van a bajar retenciones porque después asumen y ven que no pueden hacerlo. Por el otro lado, el sector debe entrar en racionalidad y no entrar en una venganza al estilo de 2001 cuando quedó 40% de la población en la pobreza. Racionalidad y acuerdo político, algo que parece que no se puede esperar de la Argentina, pero la clase política debe darse cuenta que es hora de tomar cartas en el asunto.

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