“Hoy el argentino promedio no tiene derecho a decidir libremente su dieta”, dispara el biólogo Daniel Caporaletti, director de entoHarinas Argentinas SAS, una startup que trabaja en la automatización y escalado industrial de productos a base de insectos… que aún no puede vender.
Sí, aunque parezca raro, Argentina es el único país de Latinoamérica que prohíbe el consumo humano de insectos, y eso frena tanto la comercialización local como la posibilidad de exportación. “Estamos a una sola palabra de distancia: Senasa habilitó la producción de insectos pero “solo” para consumo animal”, explica Caporaletti.
De residuos industriales a proteínas de alta calidad (y sin desperdicio)
La producción de insectos a gran escala no es un invento argentino: se hace en Europa, Estados Unidos, Brasil y gran parte de Asia. Pero entoHarinas se propone ser pionera local, combinando biotecnología, automatización y economía circular.
“Podemos montar una planta de 5.000 m² con cintas transportadoras para manejar hasta 8.000 toneladas de larvas y 16.000 de biofertilizantes al año, usando desechos orgánicos de la industria alimentaria como sustrato”, detalla.
Por ejemplo: en el Alto Valle de Río Negro se descartan cerca de 100.000 toneladas de orujo de pera y manzana (la pulpa que queda tras extraer jugo), un insumo ideal para alimentar larvas de mosca soldado, tenebrio o zophoba.
“En la industria avícola necesitás varias plantas para reproducción, engorde, faena y procesamiento. En el caso de los insectos, todo se puede hacer en el mismo predio, separando áreas verdes y blancas. Y todo el insecto se aprovecha: se deshidrata, se muele, se extrae aceite y se obtiene biofertilizante. Cero desperdicio”.
¿Cómo se consume y qué beneficios tiene?
Aunque en Argentina por ahora solo se permite el uso para consumo animal, la empresa ya desarrolló premezclas de harinas de insectos con frutas deshidratadas en proporción 70/30, “ideales para desayuno o merienda, mezcladas con yogur o simplemente hidratadas con agua”, explica. Tienen “un perfil completo de proteínas, ácidos grasos esenciales, vitaminas y micronutrientes, tanto de origen animal como vegetal”.
También diseñaron snacks con larvas marinadas en almíbar de limón y sal, que fueron premiados por el laboratorio internacional CIATI y la firma de innovación alimentaria Bebord Foods.
Pero… cuánto cuesta la harina de grillo
Hoy, en escala piloto, el kilo de harina de grillo cuesta unos US$ 150 en Europa. Pero Caporaletti asegura que en una escala industrial ese costo baja a entre US$ 7 y US$ 15 por kilo, y la de mosca soldado negra puede incluso llegar a US$ 1,5 o US$ 3 por kilo.
Son insumos ricos en proteína (entre 40 y 70%) y alta digestibilidad, ideales para industrias como la piscícola, alimentaria animal y también humana (en los países que lo permiten, claro).
Europa, Estados Unidos, México y el sudeste asiático son los mercados a los que apunta entoHarinas. “En la UE hay unas 40 aplicaciones aprobadas para polvo de grillo, desde panificados hasta hamburguesas o cervezas. Acá seguimos debatiendo si es legal o no”, lamenta el director.
Y por qué no se puede en Argentina
Según Caporaletti, el problema es doble: una interpretación restrictiva del Código Alimentario Argentino (CAA) y la falta de actualización normativa.
“El Codex Alimentarius de la ONU no prohíbe alimentos no listados, solo da pautas. Pero en Argentina lo que no está en la lista, está prohibido”, explica. Además, critica que los organismos de control no escuchan ni aprovechan el conocimiento técnico disponible: “Presentamos informes con INTA, INTI, Uade, Senasa, Anmaty otros organismos desde 2019. Pero los funcionarios no los leen”.
Para graficarlo, compara con Brasil: “Allá tienen 30 técnicos que actualizan mensualmente la normativa de nuevos alimentos y en 150 días te autorizan un producto. Acá nos piden ensayos eternos y no los revisan”.
Libertad de menú para todos
Más allá de la frustración con la burocracia local, en entoHarinas siguen desarrollando soluciones. Están trabajando con Flymumma (Australia) y firmas locales con proyección global para optimizar los procesos de producción y automatización.
Y mientras esperan que Argentina destrabe su trabajo, Caporaletti concluye: “Que no tengan miedo: la humanidad consume insectos desde épocas prehistóricas. Pero si aún así su prejuicio persiste, al menos déjennos consumir, producir y trabajar con estos productos a los que sí nos gustan. Libertad de menú para todos”.
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