Oblita imparable: suman productos saludables y mercados internacionales

(Por Soledad Huespe) Para muchos Oblita es símbolo de obleas, pero no es solo eso: esta gigante del este cordobés comenzó hace más de 40 años produciendo cucuruchos, luego sumó bombones, bocaditos, obleas y cubanitos. Comenzaron con una fábrica de 600m2 en barrio Yapeyú y hoy ya se acercan a los 20.000 m2 en Montecristo, desde donde exportan a 15 países. Conocé los planes de la familia Ashllian para expandirse en producción y mercados internacionales, en esta nota. 

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Familia Ashllian / Foto: Virginia Huespe
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Pablo Ashllian - Director / Foto: Virginia Huespe
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Daniel Ashllian - Director / Foto: Virginia Huespe
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Ana Laura Ashllian - Representante comercial (hija de Pablo) / Foto: Virginia Huespe
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Andrés Ashllian - Programador de producción (hija de Pablo) / Foto: Virginia Huespe
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Ezequiel Ashllian - Gestión financiera (hijo de Daniel) / Foto: Virginia Huespe

Pablo y Daniel Ashllian son mellizos y el complemento perfecto en la vida comercial también. Representan la segunda generación al frente de Oblita, la fábrica cuyo caballito de batalla son las obleas, pero que no se quedó encorsetada en esa categoría. Inquietos y siempre a la vanguardia, los hermanos Ashllian apuestan a la alimentación saludable y trabajan contrarreloj en la ampliación de su planta de Montecristo que sumará una línea de producción de galletas dulces saludables rellenas y sin relleno, además de un nuevo producto: el turrón de maní.

“Estamos agrandando la producción de obleas y bombones porque no siempre el mercado interno va a estar contenido, tenemos esperanzas de que repunte. Pero además, la idea es ir hacia lo saludable. Nuestra gran apuesta es que en 2021 esté funcionando nuestra nueva fábrica de galletas dulces saludables rellenas y sin relleno”, anticipa Pablo Ashllian, al cargo de la dirección de la empresa. Para ese momento sumarán unos 6.000 m2 más a la planta que hoy ya supera los 12.000 m2. De esta manera, en un par de años más la fábrica de Montecristo estará pisando los 20.000 m2 metros destinados a producción de golosinas y galletitas.

El producto estrella de exportación es el Oblibon, un bombón con corazón de pasta de maní. “El Oblibon fue un proyecto que lo empezó mi padre, le llevó mucho tiempo porque es una línea muy costosa ya que son muchos procesos que se ensamblan”, repasa Daniel Ashlian, en la co-dirección de la empresa. “Recuerdo que en el año ´81 estábamos de vacaciones en Camboriu con mi padre y en la playa probó un Sonho Di Valsa (un bombón que produce Lacta para Brasil). Cuando lo terminó de comer nos miró y nos dijo ´Algún día voy a fabricar esto´. Tenía una visión industrial muy a largo plazo”, completa Pablo recordando a su padre Eduardo, fundador de la fábrica.

Hoy por hoy, la torta de producción se divide así:

  • 90% para abastecer el mercado interno (tienen presencia en todo el país y en todos los canales: mayoristas, minoristas, supermercados y grandes superficies).
  • 10% se exporta a 15 países (limítrofes, centroamericanos y el Caribe, africanos y Medio Oriente).

Como novedad, en los próximos meses sumarán un nuevo mercado internacional: México.

De cucuruchos a obleas: la historia

“En 1965 mi padre, Eduardo Ashllian, trabajaba con su hermano, dueño de una fábrica de helados”, así comienza el relato Daniel. Por aquellos años existía poca variedad de envases y cucuruchos para portar este producto. El único fabricante de cucuruchos estaba en Buenos Aires y no llegaba a abastecer a todo el país. “Entonces tomó la decisión de ponerse a fabricar cucuruchos. Luego vendrían otros desafíos: ¿dónde comprar la máquina?”, relata. Averiguando llegaron a una fábrica austríaca con el obstáculo de que en aquellos años las comunicaciones se establecían por cable telegráfico. Don Eduardo viajó a la embajada de Austria en Buenos Aires y luego de arduas negociaciones llegó la primera máquina que montaron en barrio Yapeyú. La marca bajo la que fabricaban los cucuruchos era Erevan (en homenaje a la capital de Armenia). Así nació la primera industria en 1970 que luego originó, ocho años después (en 1978), la actual Oblita.  “¿Por qué terminamos haciendo obleas y cubanitos? Porque esta misma empresa austríaca fabricaba las máquinas para las obleas, cubanitos y bombones”, cuentan los hermanos Ashlian.

Eduardo, fundador y alma de Oblita, incorporó a sus hijos al negocio cuando ellos tuvieron 16 años. “Yo me fui a vender a la calle y Daniel se puso al frente de la logística y el manejo interno. Hicimos una buena combinación porque mi padre era fierrero (siempre estaba pendiente del buen funcionamiento de las máquinas), y teniendo alguien que lo respaldara en la fábrica, alguien en el día a día del movimiento interno, todo funcionaba bien”, dice Pablo.

Por aquellos años solo se fabricaban cucuruchos en la planta de 600 m2 de barrio Yapeyú. “Pero como hacía falta seguir creciendo nos vinimos acá a Montecristo. Teníamos que poner una línea más de producción de cucuruchos y no teníamos espacio. Elegimos Montecristo porque había gas natural. Así que el ´89 inauguramos un galpón de 1.500 m2”, repasa.

El crecimiento de Oblita fue paulatino. Hoy suman varios productos y superficie cubierta más. “La historia cambió cuando pasamos de vender un producto que es una necesidad, a vender una golosina de consumo masivo”.

La familia

Los hijos de Eduardo Ashllian, fundador de la marca, son cuatro. Pero solo los mellizos Pablo y Daniel trabajan en la fábrica (aunque los otros dos son socios también). Y la tercera generación ya está incorporada: Ana Laura y Andrés (hijos de Pablo) y Ezequiel (hijo de Daniel) trabajan activamente en diferentes áreas. “Ana Laura es licenciada en Relaciones Públicas e Institucionales, lo ha sabido desarrollar muy bien y colabora con el marketing en el mercado interno y externo. Andrés colabora con la programación. La fábrica se ha hecho grande y saber sobre el abastecimiento y la producción es un lindo desafío para que las líneas no se paren nunca. Por su parte Ezequiel está en el área contable y administrativa”, describen los mellizos.

Los Ashllian cuentan con protocolo familiar al que recurren para las decisiones importantes.

Producción: Soledad Huespe
Fotografía: Virginia Huespe

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