La idea surgió de Flavia y su marido, cansados de lidiar con pelos, salpicones y baños improvisados en casa. Inspirados en los lavaderos de autos y en máquinas que ya existen en el exterior, él (ingeniero) diseñó y fabricó la máquina desde cero, mientras ella buscaba local, estudiaba el mercado y creaba la marca.
El 19 de octubre de 2024 abrieron sus puertas y, desde entonces, el boca a boca y las redes sociales hicieron el resto.
El sistema es simple: el cliente ingresa con su perro, escanea un QR para activar la máquina y elige entre distintas secuencias de lavado según el tamaño y el pelaje del animal. Cada ciclo incluye enjabonar (agua + shampoo dosificado), enjuagar y secar con turbina.
Para el invierno sumaron una estación de secado extra con mesa de peluquería canina y potencia regulable, para que nadie se vaya mojado a casa. Los precios arrancan en $ 13.600 por secuencia y los clientes aseguran que “una vez que probás, volvés”.
Pero Lavedog no es solo lavar y listo: Flavia lo pensó como una experiencia. Hay café para los dueños, caramelos o helados para los más chicos y un ambiente pet friendly donde pueden ir en familia. “Viene mucha gente mayor también, porque no tienen que agacharse ni ensuciar su casa”, cuenta.
Aunque llevan menos de un año, las consultas para abrir franquicias ya llueven desde distintas provincias, incluida Córdoba. Flavia incluso completó una diplomatura en franquicias para preparar el camino. Y hay más ideas: un Lavedog rodante que recorra barrios y ferias podría ser el próximo paso.